En estos tiempos en que la humanidad es
cada vez más dominada por el Maligno y el odio y la guerra se esparcen por el
mundo, a veces nos da miedo pensar en el futuro.
Pero el futuro no sabemos si
llegará, lo único que poseemos es el momento presente y éste nos sirve para que
el futuro sea menos trágico. Por eso vivamos bien el momento presente,
confiados en Dios y tomados de su mano caminemos por este mundo con la mirada
puesta en el Cielo que nos espera, sabiendo que todo lo de aquí abajo es
relativo y pasajero.
Tampoco podemos cambiar nada de nuestro
pasado. Hay gente que mira mucho hacia atrás, hacia su vida pasada, sus errores
más o menos graves, y se queda anclada en el pasado y queda impotente para
vivir bien el momento presente. Que no nos suceda esto a nosotros. Dejemos
nuestro pasado a la Misericordia de Dios y avancemos como hombres nuevos, como
si recién hubiéramos salido de las manos del Padre, pues de otra manera
estaremos desalentados y este recuerdo triste y angustioso del propio pasado
solo nos estorbará para vivir con plenitud el momento presente. Ya Jesús lo
dice en el Evangelio, que quien pone su mano en el arado y mira hacia atrás, no
es apto para el Reino de Dios. Y recordemos que la esposa de Lot se convirtió
en estatua de sal por mirar hacia atrás.
Así que tratemos de agradar a Dios en el
momento presente que nos toca vivir y no nos angustiemos ni por el pasado ni
por el futuro, sino hagamos con fidelidad las cosas de cada día. Por algo el
Señor nos enseñó a pedir en el Padrenuestro el pan cotidiano, es decir, pedir
el pan día por día, y en ese pan nos quiere indicar que debemos pedir día por
día la ayuda del Señor, la voluntad del Señor y vivir día por día nuestra vida
sin desalentarnos jamás. Esto lo lograremos con la ayuda de Dios y confiando,
confiando, confiando en Él y en su Madre.
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