1.- Como Iglesia gozamos, cantamos y expresamos
lo que sostiene la razón de ser de nuestro cristianismo: Cristo ha resucitado.
Creemos, desde lo más hondo de nuestras entrañas y por los testimonios que nos
han llegado hasta nosotros, que Jesús surge victorioso e invencible de la
muerte. ¿Pero ya interesa al hombre de hoy deshacerse de ese gran enigma?
¿Busca respuestas o sólo pone sordina a esa situación que tarde o temprano
llega?
El milagro de la Pascua es que, además de poner
a la muerte en su sitio, Cristo nos traslada vida divina y eterna para todos.
Eso es lo que hemos de transmitir, sea como sea, allá donde estemos los
heraldos del evangelio y los cristianos que sabemos que nuestra fe no está
fundamentada en la muerte sino en la vida resucitada de Cristo.
Hemos de dejar atrás los caminos penitenciales
de la cuaresma. Ellos tenían como objetivo aligerarnos de aquellas cargas que
nos impedían subir a la cima de la Pascua. Ahora, después de la cuaresma,
estamos celebrando el fin de ella: el acontecimiento más extraordinario de
Jesucristo a su paso por nosotros con su Resurrección.
2.- En medio de tantos motivos que tenemos para
llorar o para el pesimismo la vida resucitada de Cristo nos trae una nueva
primavera. El tronco viejo del mundo, al que nosotros estamos tan apegados,
reverdece ahora y florece con otros aires: ¡Ha resucitado! ¿O es que las
estructuras de nuestro mundo no necesitan un poco de alegría y de ilusión, de
futuro y de coraje? El Domingo de Pascua nos invita a renacer con Aquel que ya
ha renacido. Nos empuja a vivir ya desde el suelo para el cielo. La gloria de
Jesús, al resucitar, será atraernos y llevarnos al encuentro definitivo con el
Padre. ¡Aleluya, hermanos, por tan gran noticia!
3.- En el Domingo de Pascua, Jesús que ha jugado
todo a una carta, gana la partida y lejos de hacerse con el triunfo para sí
mismo lo pone a disposición de todos nosotros. ¿Cómo no recibir tal triunfo cuando,
a penas, nos ha costado nada? ¿Cómo no agradecer a Jesús su sufrimiento, su
madero, su sufrimiento o su muerte que nos redime de nuestra propia muerte?
¡Feliz Pascua de Resurrección hermanos! ¡Feliz y
santa noticia! Ahora no nos importará morir un poco sabiendo lo mucho que nos
espera. Ha resucitado el Señor y, su Palabra, se ha cumplido a pie de letra.
Que todo ello sea nuestra fortaleza (la necesitamos), infunda en nuestros
caminos la alegría (andamos muy escasos de ella), aliente nuestra esperanza
(vivimos tan desasosegados) y contribuya a ser fieles en esta gran Verdad que
la Iglesia, nuestros sacerdotes, nuestros padres, nuestros catequistas,
religiosos, cofradías, hermandades y hasta la misma religiosidad popular nos
han transmitido hasta el día de hoy: ¡Todo esto es porque Cristo ha resucitado!
No lo olvidemos.
¡Feliz Pascua de Resurrección! ¡Cristo ha resucitado!
Javier Leoz
www.betania.es
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