Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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martes, 11 de abril de 2017

La buena noticia.



¿Cuál es la buena noticia que nos ha traído Jesús? Porque muchos hablan de esa buena noticia pero no la explicitan. Como así también hablan de que Jesús nos ha salvado, que es el Salvador, pero no explican por qué esto es así.
Y efectivamente antes de la venida del Señor, las puertas del Cielo estaban cerradas para los hombres, y en cambio las puertas del Infierno estaban abiertas de par en par para acoger a todos los mortales, ya que la humanidad no podía alcanzar el Paraíso. Entonces Cristo, con su Muerte y Resurrección ha vencido a la muerte y a la Muerte, es decir, a la muerte natural, y a la Muerte eterna, el Infierno. De modo que ahora, quien quiere, puede alcanzar el Cielo y evitar el Infierno. Pero claro, como ya no se habla del pecado ni del Infierno, es lógico que tengamos en poca cosa que Jesucristo es nuestro Salvador, y damos poca importancia al amor de Dios que envió a su propio Hijo a rescatarnos de las manos del Maligno.
Sencillamente sin Jesús, los hombres íbamos todos al Infierno. Y la Buena Noticia es que a partir de la Redención las puertas del Cielo están abiertas y los hombres podemos entrar por ellas y ser felices para toda la eternidad.
Ésa es la Buena Noticia: que Jesús resucitó y ahora hay esperanza de salvación.
Pero Jesús ha tenido que jugar con las reglas del juego que Dios Padre ha establecido en el universo, de modo que como Dios es infinitamente justo, había que saldar la deuda contraída por el pecado original y por todos los pecados individuales y colectivos de los hombres, y eso es lo que ha hecho el Señor, se ha querido poner al hombro todo el mal que hemos hecho, y así Él ha recibido el castigo que merecíamos nosotros.
Por eso debemos estar infinitamente y eternamente agradecidos a Jesús, que ha venido al mundo a cumplir con la misión que le encomendó el Padre eterno, de cargar con toda la culpa para librarnos del Abismo infernal.
No le fue nada fácil al Señor la misión que tuvo que cumplir. Sólo un Dios podía soportarla y llevarla adelante.
Entonces no seamos desagradecidos y distraídos con el Señor, sino démosle rendidas gracias y devolvámosle amor por tanto amor que tuvo y tiene por nosotros.
Jesucristo ha pagado con su dolor y humillación todo el pecado, dejándonos una pequeña parte también a cada uno de nosotros para que fuéramos corredentores con Él, y así también compartamos el premio con Él.
Cuando entendemos estas cosas y nos damos cuenta de todo lo que Dios ha hecho por nosotros, lamentamos no haber vivido en tiempos de Jesús para haberlo ayudado y consolado. Sin embargo el Señor quiso extender su vida y obra en el tiempo y por medio de la Santa Misa estar presente hasta el fin del mundo. De modo que quien participa de la Santa Misa está a los pies de Jesús Crucificado, y muere con Él y resucita con Él.
Vayamos a Misa y estaremos consolando al Señor y compartiendo con Él sus dolores y gozos, y será la mejor manera de agradecerle todo lo que ha hecho, hace y hará por nosotros.

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