Dentro de la gran muchedumbre humana –nos interesan todas las
almas– has de ser fermento, para que, con la ayuda de la gracia divina y con tu
correspondencia, actúes en todos los lugares del mundo como la levadura, que da
calidad, que da sabor, que da volumen, con el fin de que luego el pan de Cristo
pueda alimentar a otras almas. (Forja, 973)
Había acompañado a
Jesús una gran muchedumbre. Levanta Nuestro Señor los ojos y pregunta a Felipe:
¿dónde
compraremos pan, para dar de comer a toda esa gente? Felipe
contesta, después de un cálculo rápido: doscientos
denarios de pan no bastan, para que cada uno tome un bocado. No
tienen tanto dinero: han de acudir a una solución casera. Dícele
uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro: aquí está un muchacho
que ha traído cinco panes de cebada y dos peces; pero, ¿qué es esto para tanta
gente?
Nosotros queremos seguir al Señor, y deseamos difundir su Palabra.
Humanamente hablando, es lógico que nos preguntemos también: pero, ¿qué somos,
para tanta gente? En comparación con el número de habitantes de la tierra,
aunque nos contemos por millones, somos pocos. Por eso, nos hemos de ver como
una pequeña levadura que está preparada y dispuesta para hacer el bien a la
humanidad entera, recordando las palabras del Apóstol: un
poco de levadura fermenta toda la masa, la transforma. Necesitamos
aprender a ser ese fermento, esa levadura, para modificar y transformar la
multitud.
Si meditamos con sentido espiritual ese texto de San Pablo,
entenderemos que no tenemos más remedio que trabajar, al servicio de todas las
almas. Otra cosa sería egoísmo. Si miramos nuestra vida con humildad,
distinguiremos claramente que el Señor nos ha concedido, además de la gracia de
la fe, talentos, cualidades. Ninguno de nosotros es un ejemplar repetido:
Nuestro Padre nos ha creado uno a uno, repartiendo entre sus hijos un número
diverso de bienes. Hemos de poner esos talentos, esas cualidades, al servicio
de todos: utilizar esos dones de Dios como instrumentos para ayudar a descubrir
a Cristo. (Amigos de Dios, nn. 256-258)
SAN JOSEMARÍA
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario, me alegra el alma