Para los hombres del mundo rige el dicho: “El tiempo es oro”. Pero
para un cristiano debe trocarse en este otro: “El tiempo es gloria”.
Porque efectivamente el tiempo de vida que tenemos sobre esta tierra, si lo aprovechamos bien, nos obtiene más gloria eterna.
Si estamos bien, contentos y felices, sanos y con bienestar, demos gracias a Dios, oremos mucho para agradecer al Señor esto que viene de Él, porque si estamos bien es gracias a Dios, y no dejemos de agradecerle día y noche por ello, no dejemos de alabarlo y glorificarlo con palabras y, sobre todo con nuestra vida, viviendo como a Él le agrada.
Y si estamos mal, enfermos, tristes, desolados o sufriendo, también sepamos que es preferible sufrir en este mundo, donde el padecer es meritorio, que sufrir en el Purgatorio, o lo que es infinitamente peor, sufrir para siempre en el Infierno.
Por eso sea que estemos bien o estemos mal, el tiempo de vida que tenemos es un regalo de Dios, que nos lo da para que lo aprovechemos bien para disfrutarlo si estamos bien, y para descontar con la Justicia divina, si estamos mal.
Pero lo más común es que estemos un día bien y otro día mal. Pues aprovechemos el momento presente, dando gracias a Dios cuando estamos bien, y ofreciendo a Dios los padecimientos cuando no estamos tan bien, que el sufrimiento tiene un gran valor redentor, y Dios, que es bueno, permite que padezcamos algo en esta tierra para que no tengamos que pasar un largo y tremendo Purgatorio en el más allá.
Si hacemos así, entonces el demonio no podrá echarnos el lazo, porque sea que estemos bien, o que estemos mal, todo lo ofreceremos a Dios, y así el tiempo para nosotros será gloria, porque haremos méritos para el Cielo, y ya seremos felices en este mundo, ya que quien encuentra el sentido de su vida es una persona feliz. Y nosotros sabemos que todo lo que nos sucede tiene un sentido de eternidad.
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