"Sólo María halló gracia delante de Dios (Lc 1:30) sin la ayuda de criatura alguna. Y después de ella, todos los que han hallado gracia delante de Dios, la han encontrado únicamente por medio de ella. María estaba llena de gracia cuando el Arcángel Gabriel la saludó (Lc 1:28), y fue colmada de gracia cuando el Espíritu Santo la cubrió tan misteriosamente con su sombra (Lc 1:35).
"De día en día, de momento en momento, ella aumentaba tanto esta doble plenitud que llegó a un grado inmenso e inconcebible de gracia. Tanto, que el Todopoderoso la constituyó única depositaria de sus tesoros y única dispensadora de todas sus gracias, para que pudiera ennoblecer, exaltar y enriquecer a quien ella quisiera. Ella puede conducirlos por el camino estrecho que lleva al Cielo y guiarlos a través de la puerta angosta que conduce a la vida. Puede otorgar un trono real, un cetro y una corona a quien ella desee. Jesús es siempre y en todo lugar el Fruto e Hijo de María, y María es en todas partes el verdadero árbol que da el Fruto de vida, la verdadera Madre que engendra a ese Hijo." San Luis Grignion de Monfort, Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, n. 44

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