Meditemos sobre los Ninivitas (…), escuchemos lo que hicieron. Después de la terrible proclamación que Jonás hizo delante de ese pueblo glotón y ebrio (…), se apresuraron como obreros hábiles a consolidar la ciudad que sus acciones malvadas habían destruido, tomando por cimiento una roca segura (…): el arrepentir.
Habiendo lavado su mancha con ríos de lágrimas, adornaron la ciudad con su oración y Nínive convertida agradó a su Misericordia. La ciudad presentó inmediatamente la belleza de su corazón al que “sondea las mentes y los corazones” (Sal 7,10). Ungida con el aceite de buenas obras, perfumada de ayuno, retornó al que la ama (…) y él abrazó su arrepentir.
Su rey, un hombre sabio (…) preparó los animales y la tropilla para aportarlas como dote, diciendo: “Te ofrezco todo, mi Dios, mi Salvador: sólo reconcilia, haz entrar en gracia a quien se ha prostituido, que traicionó tu pureza (…). He aquí que como presente te ofrece su arrepentimiento. (…)
« Si yo, el rey soberano, pequé, golpéame sólo a mí y ten piedad de todos los demás. Pero si todos hemos fallado, escucha la voz de todos. (…) Que tu socorro venga a nosotros y el temor será disipado. Nada nos asustará si recibes lo que te ofrecemos: nuestro arrepentimiento. (…)
Hijo del Único, oh Dios único, que haces la voluntad de los que te aman, protégelos en tu misericordia. (…) Como antes tuviste piedad de los Ninivitas (…), hoy salva del juicio a los que te cantan y acuérdame el perdón en recompensa por mi confesión. (…) Ya que no tengo obras dignas de tu gloria, mi Salvador, sálvame por lo menos por mis palabras de contrición, tú que amas el arrepentimiento.
San Romano el Melódico (?-c. 560)
compositor de himnos
Himno “Nínive” (SC 99, Hymnes, Cerf, 1964), trad. sc©evangelizo.org
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