Existen personas que al lograr cierto “éxito” en sus vidas, comienzan a confundir su forma de expresar esos logros y mezclarlos con cierta soberbia. Así, se reúnen quizás en familia o con amigos y relatan cuánto de lo que se propusieron han logrado, cómo y qué cantidad de cosas tienen.
Pasan minutos y horas hablando de ellos mismos, de cuánto se esforzaron y muchas veces, lo hacen con egocentrismo y soberbia. Esta actitud puede ofender a otros que pueden estar pasando por un mal momento en sus vidas o por una economía inestable en el hogar.
Entonces, ¿es reprochable compartir nuestra bonanza con nuestro prójimo?. La respuesta es no, no debería convertirse en una ofensa contar cómo nos va en nuestro camino, pero sí debemos elegir sabiamente nuestras palabras.
Ser agradecidos con Nuestro Padre por hacernos transitar un buen pasar será la clave. El esfuerzo por conseguir nuestras metas también será importante, pero más aún lo será el compromiso y el respeto con aquellos que nos rodean.
Si llegamos a nuestras metas, pero somos desconsiderados y egoístas hará que no perdure mucho nuestro bienestar, porque pronto nos alejaremos de Dios, de nuestra verdadera vocación como hermanos de ser solidarios también con el prójimo y no sólo pensar en nuestros propios éxitos.
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