"No quiere decir esto que cuando hayas encontrado a María por una actitud de verdadero consagrado a Ella, vivas exento de cruces y sufrimientos. ¡Al contrario! Tendrás que sufrir más que los demás. Porque María, la Madre de los vivientes, hace partícipes a sus hijos del Arbol de la vida, que es la cruz de Jesucristo.
Pero, al repartirles grandes cruces les comunica también la gracia de cargarlas con paciencia y hasta con alegría. Ella, en efecto, endulza las cruces que da a los suyos y las convierte –por decirlo así– en golosinas o cruces almibaradas. Y si por algún tiempo estos amigos de Dios deben necesariamente beber el cáliz de la amargura, el consuelo y la alegría que reciben de su bondadosa Madre -después de la tristeza-, les animan inmensamente a cargar con cruces aún más pesadas y amargas".
San Luis María Grignion de Montfort, 'El Secreto de María'
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