En un pequeño pueblo de Europa, un sacerdote fue llamado para socorrer a un paciente en un lugar lejano, en la montaña. Tomó pronto los Santos Aceites y el Santísimo y montó a caballo. Muy linda era la sierra, entrecortada de límpidos ríos y valles cubiertos de verdes árboles.
"Al volver -pensaba el sacerdote-, disfrutaré del aire fresco y perfumado
de los abetos". Llegó al lugar, socorrió al paciente, pero... al darle la comunión, notó que llevaba dos ostias. Esto lo confundió un poco,
porque él sabía bien, que solo una había tomado, y que ahora, en vez de pasear, tendría que regresar con el Santísimo, en silencio y rezando. De sobrepeliz y estola iba bajando y rezando, cuando escuchó un grito: ¡Un cura! ¡Un cura!. Un muchacho vino corriendo y le dijo: -"Señor Cura, ¡rápido! ¡rápido! Un leñador acaba de tener un accidente y tiene el pecho aplastado por un árbol". El Cura entendió por qué llevaba dos ostias. ¡Era la Divina Providencia! Corrió a socorrer al herido, le confesó y el pobre hombre
recibió allí la última comunión. El Cura admirado le preguntó:
¿Qué hiciste para merecer tanta gracia? El moribundo respondió: -"Padre, cada vez que veía a un sacerdote llevar el viático a algún enfermo, rezaba un Avemaría para alcanzar la gracia de no morir sin recibir el Santísimo Sacramento y la absolución. ¡Y vea! Dios no me abandonó y María me socorrió. Dicho esto, aquel buen hombre murió".
¿REZAS PARA OBTENER LA GRACIA DE UNA BUENA MUERTE, NO MURIENDO SIN ANTES RECIBIR LOS SACRAMENTOS?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario, me alegra el alma