Haznos sentir tu
abrazo, firme y tierno a la vez, que acoge sin retener y nos libera del miedo,
al sentirnos protegidos por tu presencia noble y buena.
Contagianos tu
entrega callada, tu esfuerzo generoso, patente en pequeños gestos sencillos del
día a día, que regalaste a tu esposa, la Santísima Virgen María y a nuestro
Señor Jesucristo durante tu vida discreta de servicio y trabajo duro.
Intercede por
nosotros, que estamos hechos de barro frágil, y fortalécenos con el Santo
Espíritu que une a la Sagrada Familia, para que nos forje y nos moldee con su
fuego abrasador y "abrazador" en su horno de amor.
Amén.
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