Cristo era Dios y se revistió de la condición humana. Sufrió por el que
sufre, fue arrestado por el que es vencido, fue juzgado por el que es condenado
y fue enterrado por quien es enterrado, y resucita de entre los muertos. Os
anuncia estas palabras: “¿quién me quiere denunciar? ¡Comparezcamos juntos!”
(Is 50,8) Soy yo quien libera al condenado, soy yo quien resucita a los
muertos, yo quien saco del sepulcro. ¿Quién me replica? Soy yo, dice Cristo,
soy yo quien he abolido la muerte, quien ha vencido al enemigo, quien ha pisado
el infierno y ligado al maligno(cf Lc 11,22). Yo he exaltado al hombre más allá
de los cielos, yo, Cristo.
“Venid, pues, todos los pueblos de los hombres que estáis metidos en el
mal, recibid el perdón de vuestros pecados. Yo soy vuestro perdón, yo soy la
Pascua de la salvación, yo soy el cordero inmolado por vosotros, o soy el agua
que os purifica, yo soy vuestra luz, yo vuestro Salvador, vuestra resurrección,
vuestro rey. Os llevo conmigo al cielo, os mostraré al Padre celestial, os
resucitaré con mi derecha.”
Este es el que hizo el cielo y la tierra, que formó al hombre al inicio
de la creación, que se anunció en la Ley y los profetas, el que tomó carne de
la Virgen, que fue colgado en un madero, puesto en un sepulcro y resucitó de
entre los muertos, que está sentado a la derecha del Padre y tiene poder de
juzgarlo todo y de salvar todo. Por él, el Padre creó todo lo que existe desde
los orígenes hasta la eternidad. El es el alfa y la omega, el principio y el
fin, él es el Cristo... A él la gloria y el poder por los siglos. Amén.
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