“Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos”, dice el Señor, “este
es mi mandamiento: ámense los unos a los otros…” (cf. Jn 14,15; 15,12). El que
no ama a su prójimo, no observa su mandamiento. Y el que no observa el
mandamiento, no ama al Señor. (…)
Si “el amor es la plenitud de la Ley” (cf. Rom 13,10), el que no quiere
a su hermano, siembra intrigas contra él, le desea el mal, se alegra de su
caída, ¿no transgrediría la ley y no sería digno del castigo eterno? El que
difunde calumnias y juzga a su hermano, calumnia y juzga a la ley (cf. Sant
4,11). Si la ley de Cristo es el amor, ¿no se privaría el calumniador del amor
de Cristo y se pondría bajo la amenaza del castigo eterno?
No escuches lo que dice la lengua del calumniador. Tu lengua no hable al
oído del que gusta hablar mal. No procures placer en hablar contra tu prójimo
ni a escuchar lo que dicen contra él, para no verte privado del amor divino y
convertirte en extranjero a la vida eterna. (…) Cierra tus oídos a las palabras
del que calumnia, para no cometer un doble pecado: acostumbrarte a una pasión
peligrosa y no impedir al calumniador hablar mal contra su prójimo. (…)
Según el divino Apóstol, todos los carismas del Espíritu son inútiles,
sin el amor (cf. 1 Cor 13,3). ¡Qué fervor entonces debemos testimoniar para
adquirir el amor!
San Máximo el Confesor (c. 580-662)
monje y teólogo
Filocalia, Centurias I sobre el amor 16, 56-58, 60, 54 (Philocalie des Pères neptiques DDB-Lattès), trad. sc©evangelizo.org
monje y teólogo
Filocalia, Centurias I sobre el amor 16, 56-58, 60, 54 (Philocalie des Pères neptiques DDB-Lattès), trad. sc©evangelizo.org
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