Un día en el que
pensaba qué podía hacer yo para salvar almas, una frase del Evangelio me dio
una viva luz. En otro tiempo Jesús dijo a sus discípulos enseñándoles los
campos de trigo ya maduro: «Alzad vuestros ojos y ved los campos, que blanquean
ya para la siega». (Jn 4,35), y un poco más adelante: «En verdad, la mies es
abundante pero el número de trabajadores es pequeño; pedid pues al señor de la
mies que le mande trabajadores». ¡Qué misterio!
¿Acaso Jesús no es todopoderoso? ¿Las criaturas no son de quien las ha hecho?
Entonces ¿por qué Jesús dice: «pedid, pues, al señor de la mies que le mande
trabajadores»? ¿Por qué?
¡Ah! Es que Jesús nos tiene un amor tan incomprensible que quiere que tomemos parte con Él en la salvación de las almas. No quiere hacer nada sin nosotros. El creador del universo espera la oración de una pobre y pequeñita alma para salvar a las demás almas rescatadas, como ella, al precio de toda su sangre. Nuestra vocación no es ir a segar en los campos de trigo maduro. Jesús no nos dice: «Bajad los ojos, mirad los campos e id a segarlos». Nuestra misión [como carmelitas] es todavía más sublime. Estas son las palabras de nuestro Jesús: «¡Levantad los ojos y mirad. Mirad cómo en mi cielo hay lugares vacíos, os toca a vosotras el llenarlos; vosotras sois mis Moisés orando sobre el monte (Ex 17,8s). Pedirme obreros y yo os los enviaré, no espero otra cosa que una plegaria, un suspiro de vuestro corazón!»
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897)
carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Carta 135
carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Carta 135
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