Tiernísima Madre de
Dios y de los hombres
que bajo la
advocación de la pura y limpia
Concepción de
Nuestra Señora de Itatí
miraste con ojos de
misericordia
por más de cuatro
siglos a todos los que te han implorado,
no deseches ahora
las suplicas de este tu hijo,
que humildemente
recurre a Ti…
Atiende mis
necesidades, que tu mejor que yo las conoces.
Y, sobre todo, Madre
mía,
concédeme un gran
amor a tu divino Hijo Jesús y un corazón puro,
humilde y prudente,
paciencia en la vida,
fortalece en las
tentaciones y consuelo en la muerte.
Así sea.
Amén.
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