Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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viernes, 10 de julio de 2020

Aquel que persevere hasta el fin se salvará



(Mt 10,22)

La perseverancia es la virtud que consuma y corona las otras virtudes. (…) La fidelidad cotidiana es el medio que nos es dado para que podamos contar con ese don infinitamente precioso, don por excelencia. El objeto de la virtud de la perseverancia es que llevemos bien y a término la gran obra de nuestra vida y cada obra que comenzamos por Dios.

Santo Tomás une esta virtud a la virtud de fuerza. Con mucha razón. ¿Qué es la fuerza? Es una disposición de firmeza que inclina el alma a no abandonar el bien y soportar valientemente todos los males, mismo los peores y continuos. La fuerza hace endurar el martirio. (…)
 
En la espera que brillen los esplendores de la luz eterna a nuestra mirada purificada, digamos frecuentemente esta oración de la Iglesia (…): “O Dios que en su amor restaura la belleza de la inocencia, atraiga los corazones de sus servidores. Que el ardor del amor que hace nacer en ellos su Espíritu, los vuelva estables en la fe y fieles para practicar su Ley”.

Beato Columba Marmion (1858-1923)
abad
Los “instrumentos de las buenas obras” (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936), trad. sc©evangelizo.org

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