A los malos cristianos les falta fe y no lo niegan, sino que pretenden
excusarse acerca de su insuficiencia para creer. Por eso es frecuente este
discurso en su boca: “Si yo hubiera visto un milagro, sería un santo”. “¡Esta
generación malvada y adúltera reclama un signo!” (Mt 12,39), los impíos buscan
milagros.
Lo más extraño es que aunque hayan visto varios milagros, que se hacen
ante sus ojos cada día, que estén rodeados de ellos, no cesan de buscar más.
Como los escribas y fariseos, quisieran ver milagros en el cielo, luego de
haberlos visto en la tierra. Pero ni los muertos que resucitó el Salvador
durante su vida, ni el eclipse del sol a su muerte, los hicieron fieles. Su
envidia se volvió más fuerte, su odio más envenenado, llegando hasta la furia.
Mas su infidelidad no se curó. Así será para los que viven mal, esperando
milagros para creer: “Mismo si alguien resucita de entre los muertos, no serán
convencidos” (cf. Lc 16,31). (…)
Todas las dificultades que detienen a los incrédulos, las
contradicciones que encuentran en los dogmas de fe, lo que hayan como
contrariedades, todo lo que les parece nuevo, sorprendente, contrario al
sentido común o a la razón, inconcebible, imposible, todos sus argumentos y
pretendidas demostraciones, todo eso está lejos de quebrarme. Me afirma más, me
vuelve inquebrantable en mi religión. (…) Las nuevas dudas son para mí nuevas
razones para creer.
San Claudio de la Colombière (1641-1682)
jesuita
Reflexiones cristianas (Écrits spirituels, Christus n° 9, DDB, 1982), trad. sc©evangelizo.org
jesuita
Reflexiones cristianas (Écrits spirituels, Christus n° 9, DDB, 1982), trad. sc©evangelizo.org
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