Oh, Santo Ángel de mi guarda, tú cuidas mi alma de las trampas del
enemigo malo. No me abandones a mí, pobre pecador, no te alejes de mí por mis
faltas recurrentes, dándole al malvado enemigo, el espacio suficiente para
vencerme por mis propias debilidades espirituales.
Fortalece mi corazón y ponme
en el camino de la salvación. Santo Ángel de Dios, guardián y protector de mi
vida toda, perdóname todo por lo que te he ofendido todos los días de mi vida.
Protégeme durante este día de toda tentación del enemigo, para no enfadar a
Dios por ningún pecado. Ruega al Señor por mí, amigo mío, para que ponga mi
nombre en el Libro de la Vida y me haga un digno servidor de su bondad por toda
la eternidad.
Amén.
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