“El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás.” ¿Qué hay que decir a esto? Quien cree en mí, aunque haya muerto como Lázaro, vivirá, porque Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Refiriéndose a Abrahán, Isaac, Jacob, los patriarcas muertos hace mucho, Jesús había dado a los judíos la misma respuesta: “Soy el Dios de Abrahán, de Isaac, de Jacob, no un Dios de muertos sino de vivos, porque todos viven gracias a él.” (cf Lc 20,38) Cree, pues, y cuando hayas muerto, no obstante, vivirás. Pero si no crees, aunque vivas, estás realmente muerto... ¿De dónde viene la muerte del alma? De la ausencia de la fe. ¿De dónde viene la muerte del cuerpo? De la ausencia del alma. El alma de tu alma es la fe.
“El que cree en mí, aunque haya muerto en su cuerpo, vivirá en su alma, hasta que el cuerpo mismo resucite para no morir ya más. Y todo el que vive en la carne y cree en mí, aunque tenga que morir según su cuerpo, no morirá por toda la eternidad, gracias a la vida del Espíritu y de la inmortalidad de la resurrección.”
Esto es lo que Jesús quiere decir en su respuesta a Marta...”¿Crees esto?” “Sí, Señor, le responde, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios que tenía que venir a este mundo. Creyendo esto, creo que tú eres la resurrección, creo que tú eres la vida, creo que quien cree en ti, aunque muera, vivirá, creo que aquel que vive y cree en ti, no morirá por toda la eternidad.”
San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia Tratados sobre San Juan, 49,15
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