El profeta dice en un salmo: “Me consumo ansiando tu salvación y espero
en tu palabra” (118,81)... ¿Quién expresa este deseo ardiente si no "la
raza escogida, el sacerdocio real, la nación santa, el pueblo escogido por
Dios" (1P 2,9), cada uno en su época, en todos los que vivieron, que viven
y que vivirán, desde el origen del género humano hasta el fin de este mundo?...
Por eso el Señor mismo les dijo a sus discípulos: "Muchos profetas y
justos desearon ver lo que vosotros veis". Es pues su voz, la que hay que
reconocer en este salmo... Este deseo jamás cesó en los santos y continúa
ahora, en "el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia" (Col. 1,18), hasta
que venga "El Deseado de las naciones" (Ag 2,8 tipos de Vulg)...
En los primeros tiempos de la Iglesia, antes de la encarnación en la
Virgen, existían santos que deseaban la llegada de Cristo en la carne; y desde
entonces hasta su Ascensión existían otros santos que desean la manifestación
de Cristo para juzgar a vivos y muertos. Desde el comienzo hasta el final de
los tiempos, este deseo de la Iglesia jamás perdió su ardor, incluso tampoco
mientras el Señor vivió sobre tierra en compañía de sus discípulos.
San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Discurso sobre los Salmos, Sal. 118, n° 20 ; CCL 40, 1730
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Discurso sobre los Salmos, Sal. 118, n° 20 ; CCL 40, 1730
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