Nunca te habías sentido más
absolutamente libre que ahora, que tu libertad está tejida de amor y de
desprendimiento, de seguridad y de inseguridad: porque nada fías de ti y todo
de Dios. (Surco, 787)
|
El amor de Dios es celoso; no se
satisface si se acude a su cita con condiciones: espera con impaciencia que
nos demos del todo, que no guardemos en el corazón recovecos oscuros, a los
que no logra llegar el gozo y la alegría de la gracia y de los dones
sobrenaturales. Quizá pensaréis: responder que sí a ese Amor exclusivo, ¿no
es acaso perder la libertad?
(…) Cada uno de nosotros ha
experimentado alguna vez que servir a Cristo Señor Nuestro comporta dolor y
fatiga. Negar esta realidad, supondría no haberse encontrado con Dios. El
alma enamorada conoce que, cuando viene ese dolor, se trata de una impresión
pasajera y pronto descubre que el peso es ligero y la carga suave, porque lo
lleva El sobre sus hombros, como se abrazó al madero cuando estaba en juego
nuestra felicidad eterna. Pero hay hombres que no entienden, que se rebelan
contra el Creador -una rebelión impotente, mezquina, triste-, que repiten
ciegamente la queja inútil que recoge el Salmo: rompamos sus ataduras y
sacudamos lejos de nosotros su dominio. Se resisten a cumplir, con heroico
silencio, con naturalidad, sin lucimiento y sin lamentos, la tarea dura de
cada día. No comprenden que la Voluntad divina, también cuando se presenta
con matices de dolor, de exigencia que hiere, coincide exactamente con la
libertad, que sólo reside en Dios y en sus designios.
Son almas que hacen barricadas con la
libertad. ¡Mi libertad, mi libertad! La tienen, y no la siguen; la miran, la
ponen como un ídolo de barro dentro de su entendimiento mezquino. ¿Es eso
libertad? ¿Qué aprovechan de esa riqueza sin un compromiso serio, que oriente
toda la existencia? Un comportamiento así se opone a la categoría propia, a
la nobleza, de la persona humana. Falta la ruta, el camino claro que informe
los pasos sobre la tierra: esas almas -las habéis encontrado, como yo- se
dejarán arrastrar luego por la vanidad pueril, por el engreimiento egoísta,
por la sensualidad. (Amigos de Dios, 28-29)
|
miércoles, 7 de agosto de 2019
Nada fías de ti y todo de Dios
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario, me alegra el alma