Libertad de conciencia: ¡no! –Cuántos
males ha traído a los pueblos y a las personas este lamentable error, que
permite actuar en contra de los propios dictados íntimos. Libertad “de las
conciencias”, sí: que significa el deber de seguir ese imperativo
interior..., ¡ah, pero después de haber recibido una seria formación! (Surco,
389)
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Cuando, durante mis años de
sacerdocio, no diré que predico, sino que grito mi amor a la libertad
personal, noto en algunos un gesto de desconfianza, como si sospechasen que
la defensa de la libertad entrañara un peligro para la fe. Que se
tranquilicen esos pusilánimes. Exclusivamente atenta contra la fe una
equivocada interpretación de la libertad, una libertad sin fin alguno, sin
norma objetiva, sin ley, sin responsabilidad. En una palabra: el libertinaje.
Desgraciadamente, es eso lo que algunos propugnan; esta reivindicación sí que
constituye un atentado a la fe.
Por eso no es exacto hablar de libertad
de conciencia, que equivale a valorar como de buena categoría moral que
el hombre rechace a Dios. Ya hemos recordado que podemos oponernos a los
designios salvadores del Señor; podemos, pero no debemos hacerlo. Y si alguno
tomase esa postura deliberadamente, pecaría al transgredir el primero y
fundamental entre los mandamientos: amarás a Yavé, con todo tu corazón.
Yo defiendo con todas mis fuerzas la libertad
de las conciencias, que denota que a nadie le es lícito impedir que la
criatura tribute culto a Dios. Hay que respetar las legítimas ansias de
verdad: el hombre tiene obligación grave de buscar al Señor, de conocerle y
de adorarle, pero nadie en la tierra debe permitirse imponer al prójimo la
práctica de una fe de la que carece; lo mismo que nadie puede arrogarse el
derecho de hacer daño al que la ha recibido de Dios.
Nuestra Santa Madre la Iglesia se ha
pronunciado siempre por la libertad, y ha rechazado todos los fatalismos,
antiguos y menos antiguos. Ha señalado que cada alma es dueña de su destino,
para bien o para mal: y los que no se apartaron del bien irán a la vida
eterna; los que cometieron el mal, al fuego eterno. (Amigos de Dios,
32-33)
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jueves, 8 de agosto de 2019
“Grito mi amor a la libertad personal”
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