Mira a todos, amigos y los que no lo son, con respeto y benevolencia.
No hables nunca mal contra nadie, no condenes a ninguna persona a ningún
grupo, a ningún pueblo, a ninguna institución.
Perdona todas las injurias, las presentes y las pasadas; líbrate de las
garras del odio, guarda la libertad de tu corazón para amar, para convivir,
para comenzar una vida nueva cada día.
Desea simplemente la paz con todos, la colaboración, la convivencia, el
gozo de la fraternidad y del servicio.
Trata de simplificar los problemas en vez de agrandarlos; no acumules las
sombras, busca en todo los resquicios la luz y los caminos de la esperanza.
Ten el valor de negarte siempre, a colaborar con cualquier proyecto
violento, apartándote de todos los que enseñan y practican el odio, la venganza, el
amedrentamiento y la violencia.
Crea en torno a ti sentimientos y actitudes de paz, de concordia, de
convivencia, de misericordia y de consuelo.
Apoya a los que trabajan sinceramente por la paz, en la verdad, libertad
y justicia.
Dedica algún tiempo a trabajar tú también por la paz, con serenidad, esperanza
y generosidad.
Pídele a Dios que te dé el espíritu de la sabiduría, de la bondad, de la
fortaleza y de la generosidad, para ser un auténtico instrumento de su bondad y
de su amor, en un mundo renovado, en el que todos podamos vivir en la verdad,
el amor, la libertad y la fraternidad.
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