Diario vivir
Dios está en todas partes. En Dios vivimos, nos movemos y
existimos.
No podemos escaparnos de Dios, de su mirada. Por eso es necesario
que obremos de acuerdo a sus Mandamientos, para no ser juzgados y condenados
por Él.
Dios no quiere nunca nuestro mal, porque Dios no puede hacer el
mal, ya que Dios es bueno, es la Bondad infinita.
¿Y entonces por qué hay tanto mal en el mundo?
Hay que recordar que en el mundo está el pecado, que es causa de
todos los males, y está también Satanás y sus demonios, causantes de todos los
males que nos aquejan.
¿Pero entonces si Dios es bueno por qué permite el mal, por qué les
da tanta libertad a los demonios para que actúen?
Esto es un misterio que comprenderemos en el Cielo. Pero mientras
tanto sepamos que Dios, incluso de los males, sabe sacar un bien para los
hombres.
Por lo que nos toca a nosotros, lo que tenemos que hacer es rezar
mucho, para que Dios no permita el mal en nuestras vidas y nos defienda del
Maligno y de sus astucias.
La oración también nos ayuda a poder sobrellevar las penas de esta
vida y pasar airosos por las pruebas de esta tierra, porque este tiempo de vida
que tenemos en el mundo es tiempo de prueba, y según sea cómo pasemos esta
prueba, así será nuestra eternidad: Cielo o Infierno.
Si rezamos, estamos seguros que alcanzaremos el Cielo, porque como
bien ha dicho San Alfonso María de Ligorio: “El que reza se salva, y el que no
reza se condena”, y esta es una gran verdad.
De la oración depende nuestra vida, la de nuestros familiares y
amigos, nuestra Patria y el mundo entero. ¿Nunca nos preguntamos por qué la
Virgen en todos sus mensajes y apariciones nos pide que recemos más? Si lo hace
es porque de ello depende el destino nuestro y del mundo.
Comencemos a rezar si todavía no lo hacemos. Por lo menos recemos
tres avemarías por día, que, como la Virgen ha prometido, con su rezo
alcanzaremos el Cielo. Y los que tienen más tiempo, más amor a Dios y a los
hermanos, que recen los misterios del Rosario y que hablen con Dios como se
habla con un amigo, con el mejor Amigo que tenemos, que nunca está ocupado y
que siempre está dispuesto a escucharnos y a concedernos lo que le pedimos,
siempre y cuando sea bueno para nosotros y para nuestra salvación, y no sea
obstáculo a nuestra santificación.
Entonces, cuando veamos que sucede alguna desgracia, no pensemos
¿dónde está Dios?, sino tengamos presente que si Dios ha permitido eso, es
porque sacará un bien de ese mal causado por el demonio o por los hombres
malvados. En cuanto a nosotros, que nos sirva esa desgracia para hacernos cada
vez mejores personas, más buenos y temerosos de Dios, poniendo toda nuestra
confianza en Él, que no desilusiona a quien confía en su Bondad.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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