Muchos se preguntan: ¿Dónde está Dios ante la enfermedad, ante los niños que mueren de hambre, ante las injusticias, ante el sufrimiento humano?
En primer lugar: Dios creó un Paraíso. El sufrimiento y la muerte son consecuencia del pecado original de nuestros padres en el Edén. El pecado salpicó a todas las generaciones. Dios lloró en el Edén por toda la humanidad, por la mala libertad ejercida, por el sufrimiento de tantos hombres.
Precisamente porque nos ama infinitamente envió a su Hijo al mundo para pagar el rescate con su Sangre por nuestros pecados, reconciliando así cielo y tierra, plantando el árbol de la cruz y dando muerte a la misma muerte. Dios lloró en el calvario. Su Divino Hijo, Dios de Dios, Luz de Luz, yacía en el madero desfigurado e irreconocible.
La Pasión de Cristo es la respuesta del Padre Eterno a los pecadores, al sufrimiento de los hombres de todos los tiempos. Jesús se entrega voluntariamente a su Pasión por amor al Padre, en absoluta obediencia para reparar la desobediencia de Adán y por amor a todos los hombres. Grabemos esto en nuestro corazón: hubiera padecido toda la Pasión, sin ahorrar un pequeño sufrimiento por una sola alma. ¡Tanto nos ama!
Abracemos la cruz. Abracemos y doblemos nuestras rodillas ante Cristo, y este crucificado. Él es nuestro Dios, Creador y Redentor. Él nos ha abierto las puertas del cielo, nos ha bañado y limpiado con su Sangre y nos ha mostrado la Puerta de entrada: la Inmaculada.
Jesús, en ti confío.
Del Facebook de Alejandro Maria
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