Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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jueves, 7 de julio de 2016

Tu mano, Señor



 http://www.123rf.com/photo_7052367_hand-of-christ-reaching-down-from-heaven-to-grab-the-hand-of-man.html

Esta noche, Señor, te abro mi mano,
te la extiendo sin abrir mis ojos para que Tú
la agarres con fuerza y no la sueltes jamás.

Hoy, Señor, de nuevo me he parado a admirar.
Esta vez he fijado mi vista en la manita pequeña
de un bebé agarrando con sus deditos el dedo
de un hombre adulto. Es algo que no deja
de sorprenderme y no puedo evitar que ese sea
siempre el primer gesto que hago cuando
tengo a un pequeño a mi alcance.

Pero mi mano, Señor, aunque a menudo creo
que es grande y fuerte, en realidad es como
la manita de un recién nacido: pequeña, débil,
frágil y necesita asirse a la tuya grande y fuerte.

Señor, ya es de noche, llueve y estoy solo,
pero se que siempre tendré tu mano ahí, disponible,
abierta para que la mía repose en silencio como
el ave que encuentra su rama. Tu mano me espera
con paciencia para darme confianza, para darme
ternura, para darme calor, para pedirme exigencia
y para darme tu Amor.

Señor, ayúdame a poder ver siempre mi mano como
lo que realmente es: la mano de un bebé que nada
puede por si sólo. Ayúdame a pedirte siempre tu mano.
Se que por amor a mi la tienes clavada a un madero,
manantial que no cesa, reguero de sangre que no cesa
y que no se moverá hasta que agarre mis dedos.

Señor, que no me de miedo mirarte a los ojos cuando
me acerques tu mano abierta, suplicante en el cuerpo
de un mendigo que sólo espera unas monedas.
Que no sea indiferente al dolor de mis hermanos,
que sepa tender mi mano al que lo necesite.

Esta noche, Señor, te abro mi mano, te la extiendo
sin abrir mis ojos para que Tú la agarres
con fuerza y no la sueltes jamás.

Javier Menéndez

 


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