http://www.123rf.com/photo_7052367_hand-of-christ-reaching-down-from-heaven-to-grab-the-hand-of-man.html
Esta noche, Señor, te
abro mi mano,
te la extiendo sin abrir
mis ojos para que Tú
la agarres con fuerza y
no la sueltes jamás.
Hoy, Señor, de nuevo me
he parado a admirar.
Esta vez he fijado mi
vista en la manita pequeña
de un bebé agarrando con
sus deditos el dedo
de un hombre adulto. Es
algo que no deja
de sorprenderme y no
puedo evitar que ese sea
siempre el primer gesto
que hago cuando
tengo a un pequeño a mi
alcance.
Pero mi mano, Señor,
aunque a menudo creo
que es grande y fuerte,
en realidad es como
la manita de un recién
nacido: pequeña, débil,
frágil y necesita asirse
a la tuya grande y fuerte.
Señor, ya es de noche,
llueve y estoy solo,
pero se que siempre
tendré tu mano ahí, disponible,
abierta para que la mía
repose en silencio como
el ave que encuentra su
rama. Tu mano me espera
con paciencia para darme
confianza, para darme
ternura, para darme
calor, para pedirme exigencia
y para darme tu Amor.
Señor, ayúdame a poder
ver siempre mi mano como
lo que realmente es: la
mano de un bebé que nada
puede por si sólo.
Ayúdame a pedirte siempre tu mano.
Se que por amor a mi la
tienes clavada a un madero,
manantial que no cesa,
reguero de sangre que no cesa
y que no se moverá hasta
que agarre mis dedos.
Señor, que no me de
miedo mirarte a los ojos cuando
me acerques tu mano
abierta, suplicante en el cuerpo
de un mendigo que sólo
espera unas monedas.
Que no sea indiferente
al dolor de mis hermanos,
que sepa tender mi mano
al que lo necesite.
Esta noche, Señor, te
abro mi mano, te la extiendo
sin abrir mis ojos para
que Tú la agarres
con fuerza y no la
sueltes jamás.
Javier Menéndez
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