Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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viernes, 8 de julio de 2016

Saber descubrir al otro



Señor, enséñame a descubrir a un hermano detrás de cada palabra.

Enséñame a descubrir a alguien que se esconde, que posee la misma o más profundidad que la mía.

Alguien con sus sentimientos y alegrías, con sus tristezas y fracasos, con sus planes y sus éxitos, con su modo de ser tan personal que yo debo no sólo reconocer sino también respetar.

Alguien que es él como yo soy yo, y alguien que tiene derecho a seguir siendo él, como yo tengo derecho a seguir siendo yo.

Incluso alguien a quien no le gusta mostrarse ante los demás, quizá por timidez, o porque... es que una vez intentó mostrarse así como es y no fue comprendido; por eso ahora vive retraído. Pero ¿es culpa suya o de aquel que no supo comprenderlo?

Señor, hazme descubrir detrás de cada rostro, en el fondo de cada mirada, la presencia de un hermano.
Un hermano que es semejante a mí y semejante a ti y, al mismo tiempo, completamente distinto a todos los demás.

Señor, quisiera tratarlos a cada uno de la manera como tú trataste a la samaritana, o a Nicodemo, o a Pedro... es decir, como cada uno desea y debe ser tratado.

Es que yo debo aceptar a cada uno según su modo de ser, con sus ideas, con sus virtudes y sus debilidades y, ¿por qué no? con sus rarezas o excentricidades...¿acaso no tengo yo las mías?

Y de aquellos a los que debo tratar y respetar no debo excluir a mis superiores, a los que tienen una responsabilidad sobre mi persona, ya sea en la familia, el trabajo, la comunidad o el país.
En conclusión, debo valorizar a los demás, no sólo por las cualidades que tienen, por sus talentos, su fortuna, los distintos valores que los caracterizan, sino porque en ellos hay una gran capacidad de amar, de entregarse a los demás.

Esa deberá ser mi meta final: hacer que los demás te vean a ti, Señor, y esforzarme por verte a ti en los demás.
 

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