Elevaré mis ojos
hacia el cielo
buscando, lo que en
la tierra, los sentidos
no me dejan ver o
percibir con claridad:
tu presencia, Señor.
Levantaré mis manos
hacia Ti
porque, si las
utilizo sólo para el mundo
caeré en la simple
actividad vacía de contenido
pero sin señales de
eternidad.
Abriré mi corazón y,
con él, mis entrañas
para que, en diálogo
sincero contigo,
me digas qué camino
elegir,
por dónde y cuándo
avanzar,
de qué
equivocaciones retornar,
y en qué he de
cimentar mi vivir.
¡A tiempo y a destiempo!
Aunque, a primera
vista no exista respuesta,
seguiré rezando y
hablando contigo.
Aunque, pasen los
días, y las nubes sigan presentes.
Aunque, discurran
las noches, y las estrellas no brillen.
Aunque, amanezca la
aurora, y el rocío no me sorprenda.
Aunque pida calma, y
las tormentas, asolen mi alma
¡A tiempo y a destiempo!
Confiaré en Ti,
Señor, porque eres palabra que nunca falla.
Eres tesoro y eres
vida, eres ilusión y eres esperanza.
Eres futuro y eres
presente.
Eres amigo que, en
la oración, consuela, levanta,
anima, recompone,
fortalece y se entrega.
Contigo, Señor,
hasta la muerte.
Contigo, Señor, a
tiempo y destiempo.
Amén.
P. Javier Leoz
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