Abriré las puertas, cuando me llamen a tiempos y
a deshoras y, aun con incertidumbres o dudas,
proclamaré que estás vivo y operante
Que, en mis miedos y temores,
me das la valentía de un león
para hacer frente a mis adversarios.
¡Con mi Iglesia, creo en ti, Señor!
Ven, Señor, y como a Tomás muéstrame tu costado,
no para que crea más o menos,
sino para sentir un poco el calor de tu regazo.
Ven, Señor, y como a Tomás, enséñame tus pies,
no porque desee verlos taladrados,
sino porque, al contemplarlos,
conoceré el precio que se paga
a los que desean andar por tus caminos.
Ven, Señor, y como a Tomás, dame tus manos, no
para advertir los agujeros que los clavos dejaron, sino para, juntando
las mías sobre las tuyas, comprender que he
de ayudar al que está abatido, animar al que se
encuentra desconsolado, o servir con generosidad, a todo hombre que ande
necesitado.
¡Con mi Iglesia, creo en ti, Señor!
Porque, sé que, los Apóstoles,
débiles y santos, con virtudes y defectos,
nos han dejado esta Iglesia que es Madre y
sierva, Santa y pecadora, grande y pequeña,
rica y pobre, pero esplendorosa
por la alegría de tu Pascua Resucitadora.
¡ALELUYA, CREO CON TU IGLESIA, EN TI SEÑOR!
P.
Javier Leoz
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