De mi vida, vacía e inquieta,
soñadora y excesivamente idealista.
Que vuelva, Señor.
De mi soberbia que me impide acoger tu
bondad.
De mi mundo, que me distancia de tu
reino.
De mis miserias, que estorban mi
perfección.
Que vuelva, Señor.
De aquello que me hace sentir
seguro y dueño de mi destino.
De toda apariencia que me engaña
y me hace darte la espalda.
Que vuelva, Señor.
De toda pretensión de malgastar,
arruinar o desaprovechar mis días.
Que vuelva, Señor.
A tu casa, que es donde mejor se vive.
A mi casa, que es tu casa, Señor.
A tus brazos, que sé me echan en falta.
A tus caminos, para que no me pierda.
A tu presencia, para que goce
de la fiesta que me tienes preparada.
P. Javier Leoz
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