Que con tu entrada en Jerusalén, con
asno incluido,
se cumple lo anunciado por los profetas.
Que, los que hoy te aclaman, y te
exaltamos,
aun recordando tus milagros y tus
hazañas,
tus palabras y tu consuelo,
muy pronto, a la vuelta de la esquina,
cambiaremos las palmas por el “reo de
muerte”.
Lo sabes, Señor.
Que, como Pedro, hoy prometemos amistad
sin fisuras,
te cantamos himnos y alabanzas
y, mañana, fingiremos no haberte
conocido,
o esconderemos nuestros rostros
en un intento de no complicarnos la
vida.
Lo sabes, Señor.
Que, el arco de triunfo que hoy
levantamos,
pronto lo brindaremos al mejor postor,
a los simples reyes de la tierra,
a los que, sin tener palabras eternas,
nos seducen y nos confunden,
nos alejan de Ti y nos apartan de tu
Gracia.
Lo sabes, Señor.
Que, la corona que te espera,
no es de oro, sino forjada por espinas.
Que, el trono que te aguarda,
no está tallado en madera de ébano,
y sí esculpida en cruz que produce
vértigo y llanto.
Lo sabes, Señor.
Que nuestro sí, mañana será un no.
Que nuestros cantos, se convertirán en
silencios.
Que nuestros vítores, darán lugar a
deserciones.
Que nuestros gritos, se tornarán en
timidez.
Lo sabes, Señor.
Que, tu entrada en Jerusalén,
es el inicio de una aventura teñida de
sufrimiento,
de sacrificio, prueba y muerte…
pero con redención final.
Lo sabes… Señor.
P. Javier Leoz
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario, me alegra el alma