Reflexión mariana
Así como los náufragos tratan de aferrarse a una tabla para salvar
su vida de morir ahogados; así también los pecadores debemos aferrarnos a María
Santísima, para no ser engullidos por el mar del mundo, de las pasiones, de las
tentaciones y del Maligno, que constantemente atentan contra nosotros y tratan
de hundirnos en el fondo del Abismo.
Acudamos a María, que Ella sabrá echarnos una mano para que no nos
trague la vorágine del mundo y del infierno, puesto que la Virgen está
inamovible, como Dios es inamovible, y nos atraerá a su firmeza y ya nada ni
nadie podrá quitarnos de sus manos maternales.
Vayamos a María, invoquémosla pidiéndole auxilio, que Ella no
rechaza a ninguno, por pecador que fuera, y antes fallarán el cielo y la
tierra, pero no se podrá decir que María ha dejado a la deriva a quien con
confianza acudió a Ella.
Aunque estemos ya con un pie en el abismo infernal, no desconfiemos
de María, sino llamémosla en nuestra ayuda, y veremos los grandes milagros que
esta Doncella de Dios sabe hacer por los que la invocan con fe y confianza.
Si amáramos más a la Virgen, entonces ya tendríamos nuestra vida
eterna asegurada, y también la vida terrena, que se deslizaría por caminos
tranquilos, custodiados por esta Virgen purísima, que no deja desamparado a
quien le tiene devoción.
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