Diario vivir
No esperemos las grandes ocasiones para ser santos, sino seamos
santos en lo cotidiano. Y una manera de serlo en las cosas de todos los días,
es teniendo una exquisita caridad con todos, especialmente con quienes convivimos
a diario.
Si Jesús en su Evangelio nos ha mandado amar a nuestros prójimos,
debemos saber que nuestros prójimos más cercanos son los que tenemos más cerca,
tanto espiritual como materialmente.
De modo que tenemos que ser caritativos con todos, pero de manera
especial, con quienes convivimos cada día.
Si hacemos así, veremos que nuestra familia y nuestro entorno se
irá haciendo cada vez más ameno, y nosotros ganaremos mucho porque habremos
dado no un paso, sino más bien un salto hacia la santidad.
¡Cómo nos cuesta tratar bien a los que están diariamente con
nosotros! Porque la misma frecuencia y familiaridad de trato, a veces nos hace
perder un poco el respeto y la delicadeza. ¡Que nunca nos suceda esto, e
intentemos tratar a nuestra esposa/esposo, hijos y demás familiares de forma
siempre fresca y nueva, llena de caridad y de paciencia!
Parece cosa de poca monta esto que decimos, pero si lo tratamos de
llevar realmente a la práctica, veremos que no es nada pequeño el propósito,
sino una de las cosas más grandes en el camino de santificación.
No seamos nunca motivo de división en la familia ni entre los
amigos, sino siempre puntos de encuentro y unión, porque ya lo ha dicho el
Señor en el Evangelio que quienes trabajan por la paz, serán llamados hijos de
Dios.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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