ía nacido nadie mayor que Juan el Bautista.
Entonces, esa criatura, luego en el despertar de su vida, lo fue también para el conocimiento del mundo por la voz de Nuestra Señora. Él oyó a Santa Isabel cantar la grandeza de Nuestra Señora y oyó a Nuestra Señora entonar el Magníficat. Oyó ese himno, esa canción tan bien estructurada, tan noble, al mismo tiempo tan racional, tan bien pensada. Él oyó y comprendió todos los sentidos que el Magnificat tiene, después el canto de la voz de Nuestra Señora y todo lo demás, todo concurrió para elevar su alma».
Plinio Corrêa de Oliveira
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