No dejes que tu corazón esté dividido: entrégalo todo a Cristo. No
permitas que se ensucie con el resentimiento, la envidia o cualquier espina en
contra del prójimo. Jesús nos enseña a amar y a perdonar. Perdonar y olvidar.
Perdonar de corazón. Tu corazón debe estar lleno de Dios, de paz y alegría.
El rostro de tu vecino, amigo o enemigo es el de Jesús. Ahí está
Jesús. Cristo tiene sed de ser amado en el Santísimo Sacramento y en el
prójimo, especialmente en el prójimo más cercano. No te avergüences de pedir
perdón.
No te canses de ser sal y luz en medio del mundo. El mundo dará
Gloria al Padre Celestial viendo tus obras. El único Evangelio que muchos
hombres leerán será el de tu vida, y ésta debe ser reflejo de Cristo y María
Santísima. Cristo tiene sed de ser reconocido, hallado y amado. Tiene sed de
vivir en ti, de hacer Morada profunda y permanente en ti.
Alejandro María
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