Si no muestras –con
tu oración, con tu sacrificio, con tu acción– una constante preocupación de
apostolado, es señal evidente de que te falta felicidad y de que ha de aumentar
tu fidelidad. –El que tiene la felicidad, el bien, procura darlo a los demás.
(Forja, 914)
Cuando pisotees de
veras tu propio yo y vivas para los demás, entonces serás instrumento apto en
las manos de Dios.
El ha llamado
–llama– a sus discípulos, y les manda: «ut
eatis!» –id a buscar a todos. (Forja,
915) «In modico
fidelis!» –fiel en lo poco... –Tu labor, hijo mío, no es sólo
salvar almas, sino santificarlas, día a día, dando a cada instante –aun a los
aparentemente vulgares– vibración de eternidad. (Forja, 917)
Así como la inmensa
maquinaria de docenas de fábricas se para, se queda sin fuerza, cuando la
corriente eléctrica se interrumpe, también el apostolado deja de ser fecundo
sin la oración y la mortificación, que mueven el Corazón Sacratísimo de Cristo.
(Forja, 919)
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