Uno de los primeros, de los que se sirvió Dios, para inspirar la
devoción al Corazón de Jesús fue san Claudio de la Colombière de la Compañía de
Jesús, ilustre por su defensa de la fe en Inglaterra, también por sus obras, en
las que junta la solidez de la doctrina con la cultura del estilo, le otorgaron
un gran reconocimiento en su época, aunque fue más conocido por su sublime
virtud. La Providencia lo envió hasta santa Margarita María para asistirla en
su misión de establecer la devoción pública al
Sagrado Corazón.
Después de examinar cuidadosamente las revelaciones privadas recibidas por santa Margarita María, llegó a la conclusión de que eran genuinas y, guiado por la ayuda divina, se consagró al Sagrado Corazón. Esta devoción fue para él el camino por el que llegó a una "gran perfección". Recibió tan grandes favores de Dios por medio de la práctica de esta devoción, que se vio obligado a dar al público el tesoro que también les pertenecía y que muchos lo tenían por desconocido.
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