Es sentencia común entre los teólogos que los fieles difuntos pueden en el purgatorio interceder por nosotros ante Dios, pues están muy ardientes en la caridad, y pueden conocer, quizá sólo de modo
general, nuestras necesidades.
El mismo Catecismo de la Iglesia Católica enseña que nuestras oraciones por las almas del purgatorio «puede no sólo ayudarles, sino hacer eficaz su intercesión en nuestro favor» (958). «En la comunión de los santos «existe entre los fieles –tanto entre quienes ya son bienaventurados, como entre los que expían en el purgatorio o los que peregrinan todavía en la tierra— un constante vínculo de amor y un abundante intercambio de todos los bienes» (Pablo VI)» (1475).
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