“Fiesta del Corpus Christi”
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"Este es
mi Cuerpo...", y Jesús se inmoló, ocultándose bajo las especies de pan.
Ahora está allí, con su Carne y con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad:
lo mismo que el día en el que Tomás metió los dedos en sus Llagas gloriosas.
Sin embargo, en tantas ocasiones, tú cruzas de largo, sin esbozar ni un breve
saludo de simple cortesía, como haces con cualquier persona conocida que
encuentras al paso. –¡Tienes bastante menos fe que Tomás! (Surco, 684)
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Hoy, fiesta del
Corpus Christi, meditamos juntos la profundidad del amor del Señor, que le ha
llevado a quedarse oculto bajo las especies sacramentales (...)
Ante todo, hemos
de amar la Santa Misa que debe ser el centro de nuestro día. Si vivimos bien la
Misa, ¿cómo no continuar luego el resto de la jornada con el pensamiento en el
Señor, con la comezón de no apartarnos de su presencia, para trabajar como El
trabajaba y amar como El amaba? Aprendemos entonces a agradecer al Señor esa
otra delicadeza suya: que no haya querido limitar su presencia al momento del Sacrificio
del Altar, sino que haya decidido permanecer en la Hostia Santa que se reserva
en el Tabernáculo, en el Sagrario.
La procesión del
Corpus hace presente a Cristo por los pueblos y las ciudades del mundo. Pero
esa presencia, repito, no debe ser cosa de un día, ruido que se escucha y se
olvida. Ese pasar de Jesús nos trae a la memoria que debemos descubrirlo
también en nuestro quehacer ordinario. Junto a esa procesión solemne de este
jueves, debe estar la procesión callada y sencilla, de la vida corriente de
cada cristiano, hombre entre los hombres, pero con la dicha de haber recibido
la fe y la misión divina de conducirse de tal modo que renueve el mensaje del
Señor en la tierra. No nos faltan errores, miserias, pecados. Pero Dios está
con los hombres, y hemos de disponernos para que se sirva de nosotros y se haga
continuo su tránsito entre las criaturas.
Vamos, pues, a
pedir al Señor que nos conceda ser almas de Eucaristía, que nuestro trato
personal con El se exprese en alegría, en serenidad, en afán de justicia. Y
facilitaremos a los demás la tarea de reconocer a Cristo, contribuiremos a
ponerlo en la cumbre de todas las actividades humanas.
(Es Cristo que pasa, nn. 150-156)
(Es Cristo que pasa, nn. 150-156)
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