Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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viernes, 15 de noviembre de 2019

La tibieza



Primer obstáculo, en la devoción al Corazón de Jesús

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es un ejercicio continuo de un ardiente amor, el Corazón del Salvador pide almas puras que sean capaces de su amor, que estén dispuestas a recibir sus favores y llegar al grado de perfección al que las destina, pero esto no lo hallará en quienes son tibios. Un alma tibia se halla en un estado de ceguera causado por las pasiones que la tiranizan, la disipan y la hacen caer en multitud de pecados veniales y rechazar las gracias del Cielo. Esta ceguera causa en el alma una conciencia falsa: frecuenta los sacramentos pero persiste en pecados veniales considerables, pues su voluntad no tiene la resolución firme para enmendarse; oculta y disimula sus pasiones; comienza a buscarse a sí mismo en todo, con una continua solicitud por lo que puede darle gusto y haciendo así cada vez más fuerte su amor propio. Ésta es una situación muy peligrosa que obliga a Jesucristo a alejar de sí dicha alma. Hay personas que, habiendo mostrado una gran generosidad para dejar cosas grandes por Dios, después se privan de los mayores favores de Dios porque no luchan contra las pequeñas cosas que las hacen ir arrastrándose en el camino de la virtud.

 Estas son algunas señales de tibieza: 

1. Una negligencia grande en todos los ejercicios espirituales: oración sin atención, confesiones sin propósito de enmienda, comuniones sin reparación, sin fervor y sin fruto. 

2. Una distracción continua de un corazón que se ocupa con mil impertinencias.

3.Un mal hábito de actuar sin ninguna rectitud de intención, sino por inclinación o por costumbre, no habiendo apenas nada que no esté contaminado por la pasión, el amor propio y los respetos humanos.

4. Pereza en adquirir las virtudes propias de su estado. 

5. No hallar gusto en las cosas espirituales. Se hace intolerable ejercitarse continuamente en la modestia, en la mortifcación y en el recogimiento interior.

6. Un desprecio a las cosas pequeñas, no hacer caso de las faltas ordinarias ni de las recaídas y llegar a cometer todo género de pecados veniales. Hay mucha gente con buenos deseos, pero es de lamentar que no los pongan en práctica. En cuestión de riquezas, nadie cree trabajar demasiado ni que emplea demasiado tiempo para ganar dinero. Y para conseguir el Cielo y la felicidad eterna ¿cuánto tiempo dedicamos?

Voz Católica

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