¿Cuánto tiempo hace que no vamos a Misa, que no comulgamos, que no
rezamos? Es tiempo de volver a Dios, porque no somos eternos, sino que tenemos
un tiempo de vida que se nos ha concedido, y no debemos desaprovecharlo, sino
utilizarlo para convertirnos y regresar a los brazos del Padre celestial.
Tantas cosas que nos suceden en la vida que a veces como que perdemos la fe y nos descorazonamos, y entonces nos vamos alejando de la casa paterna, de la Iglesia.
Dios entiende nuestros problemas, comprende nuestras situaciones y quiere medicar las heridas que nos han hecho, que el mundo nos hizo y hasta quizás nosotros mismos.
Dios se pone muy contento cuando un pecador vuelve a su sus brazos paternos. Ya lo dijo Jesús en el Evangelio que en el Cielo hay más alegría por un solo pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. ¿Qué esperamos aún para darle esta gran alegría al Señor y a todo el Paraíso? Quizás en el Cielo ya estén algunos de nuestros seres queridos, madre, padre, hermanos, que se duelen de que estemos alejados de Dios. Démosles también a ellos esta gran alegría de que nos vean regresar a la casa paterna.
Hemos sido creados para Dios y no encontraremos la felicidad si no es en Dios, porque así nos ha creado el Señor. ¡Ay de nosotros si perdemos a Dios para toda la eternidad!
No dejemos pasar más tiempo y acerquémonos a Dios, vayamos a confesarnos con un sacerdote, empecemos una nueva vida. No importa lo que hemos sido hasta el presente, Dios nos perdona todo con tal de que queramos volver a ser buenos, a ser mejores.
Dios no es como el mundo que condena, sino que Él siempre perdona y tiene un corazón lleno de misericordia que nos está esperando. No desaprovechemos esta oportunidad que nos da el Cielo. Quizás sea una de las últimas invitaciones que nos hace el Señor. No la dejemos caer en saco roto, sino levantémonos decididamente del pecado y vayamos a Dios.
Tantas cosas que nos suceden en la vida que a veces como que perdemos la fe y nos descorazonamos, y entonces nos vamos alejando de la casa paterna, de la Iglesia.
Dios entiende nuestros problemas, comprende nuestras situaciones y quiere medicar las heridas que nos han hecho, que el mundo nos hizo y hasta quizás nosotros mismos.
Dios se pone muy contento cuando un pecador vuelve a su sus brazos paternos. Ya lo dijo Jesús en el Evangelio que en el Cielo hay más alegría por un solo pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. ¿Qué esperamos aún para darle esta gran alegría al Señor y a todo el Paraíso? Quizás en el Cielo ya estén algunos de nuestros seres queridos, madre, padre, hermanos, que se duelen de que estemos alejados de Dios. Démosles también a ellos esta gran alegría de que nos vean regresar a la casa paterna.
Hemos sido creados para Dios y no encontraremos la felicidad si no es en Dios, porque así nos ha creado el Señor. ¡Ay de nosotros si perdemos a Dios para toda la eternidad!
No dejemos pasar más tiempo y acerquémonos a Dios, vayamos a confesarnos con un sacerdote, empecemos una nueva vida. No importa lo que hemos sido hasta el presente, Dios nos perdona todo con tal de que queramos volver a ser buenos, a ser mejores.
Dios no es como el mundo que condena, sino que Él siempre perdona y tiene un corazón lleno de misericordia que nos está esperando. No desaprovechemos esta oportunidad que nos da el Cielo. Quizás sea una de las últimas invitaciones que nos hace el Señor. No la dejemos caer en saco roto, sino levantémonos decididamente del pecado y vayamos a Dios.
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