Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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martes, 9 de agosto de 2016

Vida pasajera.




Rayos de Fe

Esta es una verdad que pocas veces tenemos presente, y vivimos como si la muerte nunca nos llegaría y nos olvidamos del Cielo que nos espera si somos fieles a Dios, o del Infierno que también nos espera si morimos en pecado mortal, enemistados con Dios.

Nos preocupamos por tantas cosas, y solo una es importante realmente: salvar nuestra alma. Porque si nos condenamos, hemos fracasado para siempre. No son los fracasos de la tierra los que importan, sino que es el fracaso eterno el que realmente hay que temer infinitamente. Porque los fracasos de la tierra, muchas veces son solo fracasos a los ojos humanos, pero no a los ojos de Dios. El mismo Cristo parece que hubiera fracasado, porque murió ajusticiado, crucificado, aparentemente fracasado. Pero sabemos que esto no es así, y en el aparente fracaso está su verdadero triunfo eterno.

Así que nosotros no nos desanimemos si nuestra vida es un desastre y parecemos unos pobres fracasados a los ojos de los hombres, pues lo importante es que no fracasemos en alcanzar el Cielo, y para ello debemos poner todo nuestro empeño en vivir los Diez Mandamientos y las enseñanzas de Jesús en el Evangelio, y de esa forma estaremos siempre en gracia de Dios y no temeremos la muerte, sino que ésta será un bien para nosotros, pues nos abrirá las puertas del Paraíso donde seremos para siempre felices con una felicidad que no podemos ni siquiera imaginar aproximadamente.

Cada día en que nos levantemos, pensemos que ésta no es la única vida, sino que luego de la muerte viene lo que realmente perdurará para siempre. Si sufrimos, tengamos paciencia porque los sufrimientos un día se acabarán. El tema es que no vivamos de tal manera que debamos sufrir para siempre en el Infierno. Porque esto, el solo pensarlo, ha hecho que muchos hombres y mujeres se encerraran en claustros e hicieran formidables penitencias. ¿Y nosotros? Lamentablemente vivimos muchas veces como si nunca fuéramos a morir. Que no suceda esto nunca más y preparémonos con una vida santa al momento más importante de nuestra vida: la muerte, donde se decidirá nuestro destino eterno: Cielo o Infierno, según haya sido nuestra vida en esta tierra.


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