Lo llevo a todas partes y lo prefiero a
todo.
Cuando estoy débil, es mi fuerza.
Cuando caigo, me levanta.
Cuando me deprimo, me reanima.
Cuando sufro, me cura.
Cuando temo, me tranquiliza.
Cuando llamo, me responde.
Mi crucifijo es la luz que me ilumina,
el sol que me da calor,
el alimento que me nutre,
la fuente que me refresca,
la dulzura que me embriaga,
la belleza que me encanta,
la soledad en que descanso,
la fortaleza en la que me resguardo,
el fuego que me consume,
el océano en que me sumerjo,
el abismo en que me pierdo.
Todo lo encuentro en mi crucifijo.
No quiero desear nada, ni buscar, ni
pedir,
ni esperar ni retener nada, sino mi
crucifijo.
Jesús crucificado me protegerá durante
mi vida,
me confortará en la muerte y me coronará
en la eternidad.
Por eso, cuando llegue la hora de
despedirme
de este mundo. quiero hacerlo con la
mirada
puesta en mi crucifijo.
Sí, quiero morir en paz, con el corazón
reconciliado, mirando con amor mi
crucifijo.
Quiero morir sin odios ni rencores, con
la paz
a mi lado, perdonando a mis enemigos
y pidiendo perdón a quien haya ofendido.
Quiero morir unido a mi Señor, sin penas
ni tristezas,
contento de esperar la vida verdadera
que él me promete.
Quiero morir con la mente puesta en el
cielo,
sin pensamientos vanos, pronunciando las
palabras
de Jesús en la cruz:
“En tus manos, Señor, encomiendo mi
espíritu”.
P. Alfonso Milagro
¡hermosa oración y hermoaos deseos! Unidas en el Corazón de Cristo. Él te guarde a ti y a los tuyos. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Felicitas!...estoy teniendo un problemas con el internet, es por eso que tardo en contestar...espero solucionarlo prontito...un fuerte abrazo amiga! DTB. :)
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