Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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viernes, 26 de agosto de 2016

Poda.



Vuelve a empezar

A veces Dios nos poda tanto, que nos parece que nunca más podremos dar frutos.
Sucede algo parecido con las vides en época de poda. Quien pasea por el viñedo después que el podador ha podado las plantas, se quedará asombrado y en no pocas plantas creerá que el podador las ha matado, de tanto como las podó. Pero que venga en época de frutos, y verá la asombrosa transformación y la exhuberancia de la planta y de sus copiosos frutos.

También nosotros muchas veces somos dolorosamente podados por Dios, y así como la vid derrama su savia en los cortes, y por eso se dice que la planta “llora”; así también nosotros lloramos las dolorosas podas que nos hace Dios, mejor dicho, que Dios permite, porque hay que saber que el mal nunca viene de Dios, sino del Maligno y del pecado.

Pero no perdamos la calma, esperemos que pase el tiempo, que cure nuestras heridas, y para ello pidamos ayuda a María, la Consoladora de los afligidos, como la llama la Iglesia en las Letanías Lauretanas, y con su consuelo, volvamos a brotar con vigor, sin desesperaciones, sabiendo que todo será para bien, y que si Dios ha permitido ese mal, está en nosotros el saber mirarlo como algo beneficioso.

El dolor es un excelente maestro, sólo hay que saber sobrellevarlo con resignación y refugiarnos en el Inmaculado Corazón de María, que es nuestra Madre, y siempre una madre sabe consolar a su hijito que llora.

Pero estemos seguros que Dios no olvida ni siquiera una lágrima que cae de nuestros ojos, ni un suspiro ni un lamento, porque Él es Bueno y se interesa por nosotros, y no hubiera permitido tal o cual desgracia, si no sacara de ello un gran bien para nosotros.

Entonces tomemos coraje y volvamos a empezar, con la ayuda de Dios ciertamente, sabiendo que esta vida sobre la tierra es tiempo de prueba, valle de lágrimas, y que la felicidad en plenitud nos vendrá en la otra vida, que habremos alcanzado padeciendo lo que hay que padecer en ésta.

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