A que tu
barca, la barca de tu Iglesia,
me lleva
a horizontes desconocidos.
A que,
tu Palabra, veraz y nítida,
deje al
descubierto el “pedro”
que
habita en mis entrañas.
Tengo
miedo, Señor.
De
caminar sobre las aguas de la fe.
De nadar
contracorriente.
De
mirarte y estremecerme.
De
hundirme en mis miserias
y en mis
tribulaciones,
en mi
falta de confianza,
y… de
mis exigencias contigo.
Tengo
miedo, Señor.
De que
me vean avanzando
en medio
de las olas del mundo,
con las
velas desplegadas de la fe.
Que me
divisen, de cerca o de lejos,
navegando
en dirección hacia Ti.
Tengo
miedo, Señor.
De que,
en las dificultades,
no
respondas como yo quisiera.
Que, en
las tormentas,
no me
rescates a tiempo.
Que, en
la lluvia torrencial,
no
acudas en mi socorro.
Por eso,
porque tengo miedo, Señor,
mírame
de frente, de costado y de lado
para
que, en mis temores,
Tú seas
el Señor,
El Señor
que venga en mi rescate.
Amén.
P. Javier Leoz
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