(Mensajes
a Monseñor Ottavio Michelini)
14 de octubre de
1975
Dice
Jesús:
No son muchos los que hacen penitencia,
los que rezan como se debe rezar.
Mortificación interior y exterior,
penitencia... ¿pero quién adiestra hoy a los soldados, los confirmados míos para
la lucha?
¿Si no se tiene ni siquiera el valor de
decir que el Enemigo existe, que el Enemigo es la más tremenda realidad, que al
Enemigo hay que combatirlo con determinadas armas, por ejemplo el Rosario?... El
Rosario hoy tan perseguido, es un arma formidable.
8 de septiembre de
1976
Dice María:
La derrota de Satanás y
de sus legiones, marcará el fin de las locuras del orgullo humano. El ateísmo,
arma formidable de Satanás, será borrado de la faz de la tierra. Si muchísimos
perecerán material y espiritualmente, será sólo porque lo habrán
querido.
Hijo: ¡Rosario, Rosario,
Rosario!
Yo, Reina de las
Victorias, protegeré a todos aquellos que, sensibles a mis llamadas, me hayan
invocado la oración amada por Mí en la intimidad del hogar doméstico, y hayan
divulgado de algún modo la devoción, el amor al Rosario.
Protegeré también a
aquellos que no se avergüencen de recitarlo en público, dando a los tibios y a
los débiles un ejemplo de valerosa piedad cristiana.
Yo vigilaré en el momento
de la prueba sobre las familias y sobre las personas que me hayan permanecido
fieles.
Hijo, propagar el Rosario
quiere decir el empeño de buscar ardientemente la Gloria de Dios y la salvación
de las almas.
Un día veréis la potencia
y la eficacia de esta oración, veréis los maravillosos frutos de ella en la Casa
del Padre.
Hijo, te bendigo y quiero
que esta bendición se extienda a todos mis devotos y a todos aquellos que
tienen celo por el Santo Rosario
7 de diciembre de
1976
Dice María:
La hora no está lejana;
preparaos con confianza, Yo, la Inmaculada no abandonaré a las fauces salvajes
de las potencias del mal y salvaré a quien me haya honrado con la fe, la
fidelidad y con la oración del Santo Rosario.
¡Rezadlo todos los días
con perseverancia y Yo vuestra Madre, os salvaré!
Hijo, te bendigo; tú
sabes que con mi Esposo José estamos a tu lado; los hijos no temen, sino que
aman a la Madre.
14 de marzo de
1977
Dice Jesús:
Hijo, la Santa Misa, ¿no
es tal vez el exorcismo más eficaz? El Santo Rosario ¿no es, después de la Santa
Misa el arma más mortífera para derrotar y echar por la ventana a los enemigos
míos, enemigos de la Iglesia y enemigos vuestros?
¿No ha sido siempre el
Rosario el remedio seguro contra todos los males del espíritu y del cuerpo, de
los males personales y sociales? ¿No ha confirmado todo esto mi Madre en el
curso de los siglos con hechos indiscutibles que han confundido a la necedad
humana y que han cambiado el curso de la historia y el destino de los pueblos y
de las naciones?
Todo esto no podía, no
debía, ser ignorado, y no puede ser ignorado por mis Pastores ni por mis
ministros que tenían y ¡tienen el deber de recordarlo a los
cristianos!
25 de marzo de
1977
Dice María:
Hijos míos, junto a Mí y
Conmigo apresuraremos el advenimiento del reino de Jesús, Mío y vuestro, a la
tierra para una Iglesia regenerada a vida nueva; seréis vosotros, hijos míos,
levadura y fermento de una nueva vida, seréis vosotros junto a Mí, que he dado
la Luz al mundo, lámparas que resplandecen en las tinieblas.
Aquí, hijos míos, os he
llamado, aquí os he querido para que como Gabriel, embajador celeste me hizo a
Mí la gran Embajada que reconcilió cielo y tierra, así vosotros, embajadores de
Dios y de su Madre, Conmigo reconciliaréis a las almas arrancadas de Dios y de
Su Madre con la oración y el ofrecimiento a Dios y a Mí, Madre de
Dios.
Ruge el trueno, presagio
de tempestad, pero vosotros no temáis, junto a Mí de nada debéis temer.
Prudencia hijos, pero no miedo.
A vosotros os ha sido
dada un arma formidable; si esta arma fuera usada en Mi Iglesia, todo peligro
desaparecería; la he recomendado en Lourdes, en Fátima y en tantos otros
lugares, hoy de nuevo la señalo a vosotros: ¡Rosario, Rosario,
Rosario!
Os bendigo, hijos
amadísimos, y con vosotros bendigo a vuestras familias, a vuestros hijos, a
vuestros seres queridos. Estoy con Vosotros en el tiempo y en la
eternidad.
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