“José me sirvió tan fielmente que jamás oí de su boca una sola palabra de lisonja ni de murmuración ni de ira, pues era muy paciente, cuidadoso en su trabajo y, cuando era necesario, suave con los que reprendía, obediente en servirme, pronto defensor de mi virginidad, fidelísimo testigo de las maravillas de Dios. Igualmente, estaba tan muerto al mundo y a la carne que no deseaba más que las cosas celestiales.”
La Virgen María a Santa Brígida
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