Sobre su pecho llevaba la cruz de Jesús, y Dios le reveló el destino de su hijo amado, a quien él debia custodiar.
San José guardaba estos misterios en su corazón, al igual que su esposa la Santísima Virgen María, y aunque muchas veces no comprendía absolutamente nada de lo que estaba sucediendo, miraba hacia arriba y confiaba en el Padre.
San José también vivió su Pasión, sufriendo durante los tres días en los cuales el niño Jesús se perdió en el templo de Jerusalén, y experimentó el reencuentro como Resurrección.
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