Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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miércoles, 5 de junio de 2019

Reflexión del Papa Benedicto XVI



El Señor oró por sus discípulos reunidos en torno a Él...
En la plegaria por los discípulos de todos los tiempos, Él nos ha visto también a nosotros y ha rezado por nosotros. Escuchemos lo que pide para los Doce y para los que estamos aquí reunidos:
"Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad" (17,17ss)
El Señor pide nuestra santificación, la santificación en la verdad. Y nos envía para continuar su misma misión.
Éste es el acto sacerdotal en el que Jesús, el hombre Jesús, que es una cosa sola con el Hijo de Dios, se entrega al Padre por nosotros. Es la expresión de que Él es al mismo tiempo sacerdote y víctima.
"Me consagro, me sacrifico": esta palabra abismal, que nos permite asomarnos a lo íntimo del corazón de Jesucristo, debería ser una y otra vez objeto de nuestra reflexión. En ella se encierra todo el misterio de nuestra redención. Y ella contiene también el origen del sacerdocio de la Iglesia.
Consagrados en la Verdad, en la Palabra de Dios, para poder desarrollar el servicio sacerdotal
  • ¿Cómo están las cosas en nuestra vida?
  • ¿Estamos realmente impregnados por la palabra de Dios?
  • ¿Es ella en verdad el alimento del que vivimos, más que lo que pueda ser el pan y las cosas de este mundo?
  • ¿La conocemos verdaderamente?
  • ¿La amamos?
  • ¿Nos ocupamos interiormente de esta palabra hasta el punto de que realmente deja una impronta en nuestra vida y forma nuestro pensamiento?¿O no es más bien nuestro pensamiento el que se amolda una y otra vez a todo lo que se dice y se hace?
  • ¿Acaso no son con frecuencia las opiniones predominantes los criterios que marcan nuestros pasos?
  • ¿Acaso no nos quedamos, a fin de cuentas, en la superficialidad de todo lo que frecuentemente se impone al hombre de hoy?
  • ¿Nos dejamos realmente purificar en nuestro interior por la palabra de Dios?
Estar inmersos en la verdad y, así, en la santidad de Dios, también significa para nosotros aceptar el carácter exigente de la verdad; contraponerse tanto en las cosas grandes como en las pequeñas a la mentira que hay en el mundo en tantas formas diferentes; aceptar la fatiga de la verdad, porque su alegría más profunda está presente en nosotros.
Cuando hablamos del ser consagrados en la verdad, tampoco hemos de olvidar que, en Jesucristo, verdad y amor son una misma cosa. Estar inmersos en Él significa ahondar en su bondad, en el amor verdadero.
El amor verdadero no cuesta poco, puede ser también muy exigente. Opone resistencia al mal, para llevar el verdadero bien al hombre.
Si nos hacemos uno con Cristo, aprendemos a reconocerlo precisamente en los que sufren, en los pobres, en los pequeños de este mundo; entonces nos convertimos en personas que sirven, que reconocen a sus hermanos y hermanas, y en ellos encuentran a Él mismo. (09 de abril de 2009)

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