"Este es mi
Cuerpo...", y Jesús se inmoló, ocultándose bajo las especies de pan. Ahora
está allí, con su Carne y con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad: lo
mismo que el día en el que Tomás metió los dedos en sus Llagas gloriosas. Sin
embargo, en tantas ocasiones, tú cruzas de largo, sin esbozar ni un breve
saludo de simple cortesía, como haces con cualquier persona conocida que
encuentras al paso. –¡Tienes bastante menos fe que Tomás! (Surco, 684) San Josemaría
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